(Antoine Sondag)

La Encíclica toma  su título del poema de San Francisco de Asís,  “Alabado seas tú mi señor”, el cual en el “Cántico de las criaturas”  recuerda que la tierra es también como una hermana y una madre

El grito de la naturaleza maltratada y el grito de los pobres abandonados sube hasta Dios.  Con el patriarca Bartolomé,  el Papa Francisco califica los atentados contra el medio ambiente como pecados. La respuesta apropiada a esta toma de conciencia es una conversión ecológica global (No. 5). Son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia hacia los pobres, el compromiso por la sociedad y la paz interior.

El recorrido de la encíclica “alabado seas” es construido alrededor del concepto de ecología integral, como un paradigma capaz de articular las relaciones fundamentales de la persona: con Dios, consigo misma, con los otros seres humanos y con la creación. El plan de la encíclica refleja el método de Ver, Juzgar,  Actuar, con una parte adicional sobre la educación, la espiritualidad y la celebración.

La Encíclica comienza (capítulo uno) por un panorama de los resultados científicos disponibles  sobre las cuestiones del medio ambiente, para luego “hacer ver la profundidad y dar una base concreta al recorrido ético y espiritual que sigue” : la ciencia es el instrumento privilegiado a través del cual nosotros podemos escuchar el grito de la tierra.

El capítulo segundo retoma la riqueza de la tradición cristiana, citando textos bíblicos, luego en la elaboración teológica de la tradición cristiana. El análisis se dirige luego (capítulo tercero), “a las raíces de la situación actual de la cual no consideramos solamente los síntomas sino también las causas más profundas (15).

El objetivo es elaborar un nuevo paradigma:  de una ecología integral (capítulo cuarto).

El capítulo cinco presenta una serie de orientaciones y acciones para una renovación de la política internacional, nacional y local, de los procesos de decisión en el sector público y de las empresas, de la relación entre política y economía, religión y ciencia, todo ello dentro de un diálogo transparente y honesto, que da la palabra a todas las partes implicadas.

A partir de la convicción de que “todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo”, el capítulo sexto propone pistas para una educación de la espiritualidad conformes a ese nuevo paradigma de una ecología integral.

Numerosos temas son tratados a lo largo del texto: “la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta; la convicción de que todo está ligado en el mundo; la crítica del nuevo paradigma y la forma de poder que deriva de la tecnología; la invitación a buscar otras maneras de comprender la economía y el progreso; el valor propio de cada criatura; el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos; la grave responsabilidad de la política internacional y local; la cultura del desperdicio y la propuesta de un nuevo estilo de vida” (16).

El diálogo que el Papa Francisco propone como una manera de abordar y resolver los problemas del medio ambiente es practicado en el texto mismo del encíclica, y se refiere a las contribuciones de filósofos  y de teólogos católicos, pero también ortodoxos (tal como el patriarca Bartolomé) y protestantes (el francés Paul  Ricoeur), además de un místico islámico Ali Al -Khawwas.

I. ESO QUE PASA EN NUESTRA CASA.

En este capítulo incluye los últimos descubrimientos científicos sobre el medio ambiente como una manera de escuchar el grito de la creación, “reconocer la contribución que cada uno puede aportar” (19). Las cuestiones abordadas son las siguientes: la polución, el cambio climático, el agua, la pérdida de la biodiversidad, el  deterioro social, las desigualdades planetarias, la debilidad de las reacciones delante de los dramas.

II. EL EVANGELIO DE LA CREACIÓN (& 62)

La complejidad de la crisis ecológica necesita un diálogo. Un diálogo multicultural y multidisciplinario que incluya la espiritualidad y la religión. La serie ofrece “grandes motivaciones para la protección de la naturaleza y de los hermanos y hermanas más frágiles” (64); las obligaciones hacia la naturaleza hacen parte de la fe cristiana.

III. LA RAÍZ HUMANA DE LA CRISIS ECOLÓGICA.

Este capítulo presenta un análisis de la situación actual, “para que nosotros no consideremos solamente los síntomas, sino también las causas más profundas” (15), dialogando con la filosofía y las ciencias humanas.

IV. UNE ECOLOGIA INTEGRAL

El corazón de la propuesta de la encíclica es la ecología integral como un nuevo paradigma de la justicia, una ecología “que incorpora el lugar específico del ser humano en el mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea” (15). En efecto, nosotros no podemos “concebir la naturaleza como separada de nosotros o como un simple contexto de nuestra vida” (139). Esto es verdad en diferentes terrenos: en la economía y en la política, en diferentes culturas, en particular en las más amenazadas, y aún en cada instante de nuestra vida cotidiana.

Existe una relación inseparable entre las cuestiones del medio ambiente y las cuestiones sociales y humanas. En consecuencia, es “fundamental buscar soluciones integrales que tengan en cuenta las interacciones de los sistemas naturales entre ellos y con los sistemas sociales. No hay dos crisis separadas, la una del medio ambiente y la otra social, sino una sola y compleja crisis socio-medioambiental” (139.

V. ALGUNAS LÍNEAS DE ORIENTACIÓN Y DE ACCIÓN.

Este capítulo aborda la cuestión de lo que nosotros podemos y debemos hacer. Los análisis solos no bastan: son necesarias propuestas “de acción que conciernen a cada uno de nosotros y a la política internacional” (15) y “también a ayudarnos a salir de la espiral de autodestrucción en la cual nos estamos hundiendo” (163). Es esencial que la construcción de pistas concretas no sea abordada de manera ideológica o reduccionista. Es así que el diálogo es indispensable. Esta palabra (diálogo) está presente en el título de cada sección de este capítulo.

VI. EDUCACION y  ESPIRITUALIDAD ECOLOGICAS-

  1. Apostar por otro estilo de vida: a pesar de la cultura del consumismo, “no todo está perdido, porque los seres humanos pueden superarse” (205). El cambio de modos de vida y de opciones de consumo abre grandes posibilidades: “cuando somos capaces de superar el individualismo, otro estilo de vida puede realmente desarrollarse y un cambio importante se vuelve posible en la sociedad” (208).

2. Educación para la alianza entre la humanidad y el medio ambiente

3. La conversión ecológica: la fe y la espiritualidad cristianas ofrecen profundas motivaciones “para alimentar la pasión por la preservación del mundo” (216), sabiendo que el cambio climático individual no es suficiente: “se responde a los problemas sociales por medio de redes comunitarias” (219).

4. Alegría y paz: “la sobriedad, vivida  con libertad y de manera consciente, es liberadora” (223),  así como “la felicidad requiere saber limitar algunas necesidades que nos embrutecen, volviéndonos asi disponibles a las múltiples posibilidades que ofrece la vida” (223).

5. Amor civil y política: “una ecología integral es también hecha de simples gestos cotidianos por medio de los cuales rompemos la lógica de la violencia, de la explotación, del egoísmo” (203), existe una dimensión cívica y política del amor: “el amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de caridad” (231).” en el seno de la sociedad germina una variedad innumerable de asociaciones que intervienen en favor del bien común cuidando el medio natural y urbano” (& 232).

 

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